sábado, 16 de abril de 2011

Galeano cuenta la historia de Playa Girón


1961
Bahía de Cochinos

A contraviento,

a contramuerte, siempre de ida, nunca de vuelta, la revolución cubana continúa escandalosamente viva a no más de ocho minutos de vuelo de Miami.
Para acabar con la insolencia, la CIA lanza una invasión desde Estados Unidos, Guatemala y Nicaragua. Somoza II despide en el muelle a los expedicionarios. El Ejército Cubano de Liberación, que la CIA ha fabricado y puesto en funcionamiento, está formado por militares y policías de la dictadura de Batista y por los desalojados herederos de las plantaciones de azúcar, los bancos, los diarios, los garitos, los burdeles y los partidos políticos.
- ¡Tráiganme un par de pelos de la barba de Castro! -les encarga Somoza.
Aviones de los Estados Unidos entran en el cielo de Cuba. Están camuflados. Llevan pintada la estrella de la Fuerza Aérea Cubana. Los aviones ametrallan, volando bajo, al pueblo que los saluda, y descargan bombas sobre las ciudades. Tras el bombardeo, que prepara el terreno, los invasores desembarcan en los pantanos de la Bahía de Cochinos. Mientras tanto, el presidente Kennedy juega al golf en Virginia.
Kennedy ha dado la orden, pero había sido Eisenhower quien había puesto en marcha el plan de invasión. Eisenhower había dado su visto bueno a la invasión a Cuba en el mismo escritorio donde antes había aprobado la invasión de Guatemala. El jefe de la CIA, Allen Dulles, le aseguró que acabaría con Fidel Castro como había acabado con Arbenz. Sería cosa de un par de semanas, día más, día menos, y el mismo equipo de la CIA se haría cargo del asunto: los mismos hombres, desde las mismas bases. El desembarco de los libertadores desencadenaría la insurrección popular en la isla sometida a la tiranía roja. Los espías norteamericanos sabían que el pueblo de Cuba, harto de hacer colas, no esperaba más que la señal de alzarse.

1961
Playa Girón

La segunda derrota militar de los Estados Unidos en América Latina

En tres días acaba Cuba con los invasores. Entre los muertos, hay cuatro pilotos norteamericanos. Los siete buques, escoltados por la Marina de Guerra de los Estados Unidos, huyen o se hunden en la bahía de los Cochinos.
El presidente Kennedy asume la total responsabilidad por este fiasco de la CIA.
La CIA creyó, como siempre, en los informes de sus pícaros espías locales, que cobran por decir lo que gusta escuchar; y, como siempre, confundió la geografía con un mapa militar ajeno a la gente y a la historia. Las ciénagas que la CIA eligió para el desembarco habían sido el lugar más miserable de toda Cuba, un reino de cocodrilos y mosquitos, hasta que la revolución llegó. Entonces el entusiasmo humano transformó estos lodazales, fundando en ellos escuelas, hospitales y caminos. La gente de aquí fue la primera en poner el pecho a las balas, contra los invasores que venían a salvarla.

1961
La Habana

Retrato del pasado

Los invasores, parásitos y verdugos, jóvenes millonarios, veteranos de mil crímenes, responden a las preguntas de los periodistas. Nadie asume la responsabilidad de Plata Girón ni de nada; todos eran cocineros de la expedición.
Ramón Calviño, célebre torturador en los tiempos de Batista, sufre amnesia total ante las mujeres por él golpeadas y pateadas y violadas, que lo reconocen y lo increpan. El padre Ismael de Lugo, capellán de la brigada de asalto, busca amparo bajo el manto de la Virgen. Él había peleado del lado de Franco en la guerra española, por consejo de la Virgen, y ahora invadido Cuba para que la Virgen no sufra más contemplando tanto comunismo. El padre Lugo invoca una Virgen empresaria, dueña de algún banco o plantación nacionalizada, que piensa y siente como los otros mil doscientos prisioneros: el derecho es el derecho de propiedad y de herencia; la libertad, libertad de empresa. La sociedad modelo, una sociedad anónima. La democracia ejemplar, una asamblea de accionistas.
Todos los invasores han sido educados en la ética de la impunidad. Nadie reconoce haber matado a nadie. Y al fin y al cabo, tampoco la miseria firma sus crímenes. Algunos periodistas les preguntan sobre las injusticias sociales, pero ellos se lavan las manos, el sistema se lava las manos: los niños que en Cuba y en toda América Latina mueren a poco de nacer, mueren de gastroenteritis, no de capitalismo.

1961
Washington

¿Quién invadió Cuba? Un diálogo en el Senado de los Estados Unidos

Senador Capehart -¿Cuántos aviones teníamos?
Allen Dulles (director de la CIA) -¿Cuántos tenían los cubanos?
Senador Sparkman -No, los americano. ¿Cuántos?
Dulles -Bueno, se trata de cubanos.
Sparkman -Los rebeldes.
Dulles -Nosotros no los llamamos rebeldes.
Capehart -Quiero decir: las fuerzas revolucionarias.
Sparkman -Cuando él se preguntó cuántos aviones teníamos, se refería a eso, a las fuerzas anti-Castro.
Richard M. Bisell (sub-director de la CIA) -Empezamos, señor, con dieciséis B-26...

1961
La Habana

María de la Cruz

Poco después de la invasión, se reúne el pueblo en la plaza. Fidel anuncia que los prisioneros serán canjeados por medicinas para los niños. Después entrega diplomas a cuarenta mil campesinos alfabetizados.
Una vieja insiste en subir a la tribuna, y tanto insiste que por fin la suben. En vano manotea el aire, buscando el altísimo micrófono, hasta que Fidel se lo acomoda:
-Yo quería conocerlo, Fidel. Quería decirle...
-Mire que me voy a poner colorado.
Pero la vieja, mil arrugas, cuatro huesitos, le descerraja elogios y gratitudes. Ella ha aprendido a leer y a escribir a los ciento seis años de edad. Y se presenta. Se llama María de la Cruz, por ser nacida el mismo día de la invención de la Santa Cruz, y de apellido Semanat, porque Semanat se llamaba la plantación de caña donde ella nació esclava, hija de esclavos, nieta de esclavos. En aquel tiempo los amos mandaban al cepo a los negros que querían letras, explica María de la Cruz, porque los negros eran las máquinas que funcionaban al toque de campana y al ritmo de los azotes, y por eso ella ha demorado tanto en aprender.
María de la Cruz se apodera de la tribuna. Después de hablar, canta. Después de cantar, baila. Hace más de un siglo que se ha echado a bailar María de la Cruz. Bailando salió del vientre de la madre y bailando atravesó el dolor y el horror hasta llegar aquí, que era donde debía llegar, de modo que ahora no hay quien la pare.

1961
Punta del Este

La letrinocracia

Después del fracaso del desembarco de los soldados en Cuba, los Estados Unidos anuncian un gran desembarco de dólares en América Latina.
Para aislar a los barbudos, el presidente Kennedy ofrece a los latinoamericanos torrentes de donaciones, préstamos, inversiones:
-Cuba es la gallina de los huevos de oro -comprueba el Che Guevara, en la conferencia panamericana de Punta del Este.
El Che denuncia este proyecto de soborno como una tomadura de pelo. Para que nada cambie, se desencadena la retórica del cambio. Suman medio millón las páginas de los informes oficiales de la conferencia, y no hay página que no hable de revolución, reforma agraria y desarrollo. Mientras los Estados Unidos tumban las precios de los productos de América Latina, prometen letrinas a los pobres, a los indios, a los negros: no maquinarias, ni equipos, sino letrinas:
-Para los señores técnicos -acusa el Che-, planificar es planificar la letrina. Si les hiciéramos caso, Cuba podría ser...¡un paraíso de la letrina!

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