Amanecía el 3 de febrero de 1992 y el joven Teniente Coronel del Ejército ya había cumplido con la sagrada rutina de hacer educación física antes de que el sol se asomara sobre el horizonte marabino. Parado frente a un espejo, se afeita sabiendo que al siguiente día su cuerpo podría estar inerte tirado en el suelo sobre un charco de sangre, pero esa no era su mayor preocupación: “¿Nos entenderá el pueblo?”, era la pregunta que agobiaba a Francisco Arias en ese momento.
“Nunca olvidaré la afeitada del 3 de febrero”, sentencia el ahora diputado a la Asamblea Nacional, vicepresidente del PSUV en occidente y candidato a la gobernación del Zulia, Francisco Javier Arias Cárdenas, quien se desempeñaba como comandante del Grupo de Artillería Misilística “José Tadeo Monagas”, en el Cuartel Libertador.
El comandante deslizaba la afilada hojilla sobre su rostro mientras cientos de pensamientos encontrados recorrían su cabeza. En el espejo veía el reflejo de un hombre que estaba decidido a cambiar a Venezuela a todo costo, pero también veía a un padre de familia que podría estar a punto de dejar huérfanos a sus hijos.
El agua lavaba la afeitadora y junto con la barba, también se llevaba las preocupaciones del militar que se preparaba para ir al ‘lista y parte’. “¿Qué será de los muchachos? ¿Qué será de los oficiales?” pensaba Arias, pues sabía que las dos opciones más seguras que tenían eran la cárcel o la muerte.
Para ese momento ya todo estaba listo para ejecutar el primer levantamiento militar en cuatro décadas. “Ya tenemos fecha y hora para la fiesta, será el día 3 a las 24.00 horas” le informó Arias Cárdenas al ahora General de Brigada Jesús Chourio, el día 2 de febrero en la mañana.
El comandante Chávez, cabecilla principal del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200, había definido el momento exacto para iniciar la operación, coincidiendo con la llegada del presidente Carlos Andrés Pérez del Foro Económico Mundial, que se efectuó en Davos, Suiza.
Ya se había conversado lo que se tenía que conversar. Tras años de reuniones tanto con militares como con civiles, y de una fuerte preparación ideológica, política y militar; era el momento de actuar y de que el Ejército venezolano respondiera al pueblo como no lo había hecho el 27 de febrero de 1989.
Cuando llegó el momento, Arias Cárdenas hizo lo que tenía que hacer y tras arengar a los soldados logró tomar todos los objetivos que estaban planteados, incluso los más difíciles como lo fueron la sede de la DISIP en el Milagro y el Destacamento 35 de la Guardia Nacional.
En poco tiempo, los insurrectos marabinos tomaron la madrugada del 4 de febrero la Residencia Oficial del gobernador, la sede de la Policía Regional en los Patrulleros, el Palacio de Gobierno, la Base Aérea Rafael Urdaneta, el Destacamento aéreo de la Guardia Nacional, el Aeropuerto Internacional “La Chinita”, el Comando Regional número 3, el Puente sobre el Lago, las Instalaciones petroleras de las COL, y el principal bastión rebelde, el Cuartel el Libertador.
“Ningún soldado peleó engañado, todos sabían porque hacíamos lo que hacíamos. Recuerdo que teníamos a varios soldados presos porque su comandante de tropa no estaba con nosotros, así que yo dije bueno, si no nos van a ayudar por lo menos que no sean una molestia. Pero en eso un soldado me pregunta ‘¿Es verdad que ustedes están peleando para devolverle los derechos al pueblo?’ y yo le contesto ‘Sí es verdad’, entonces el me dijo algo que me impactó: ‘Pero yo también soy pueblo y me tienen preso aquí’; y dije: ¡oye es verdad! Así que fui hasta donde teníamos a los soldados detenidos, les di una arenga de diez minutos y luego les pregunté que quien quería pelear, y absolutamente todos se levantaron”, narró Arias Cárdenas.
Horas después, Arias recibía noticias de que Chávez iba camino al Ministerio de la Defensa, pero él se rehusaba a rendirse: “No atiendo a nadie, estoy en guerra. ¡Qué vengan y me saque de aquí a plomo!”.
Posteriormente Arias Cárdenas, entra en razón y se da cuenta de que es irracional continuar la lucha armada, por lo que se dirige al Cuartel El Libertador en un helicóptero; pero allí es recibido a tiros de sus propios compañeros. “Yo no lo podía creer, nuestros propios soldados nos estaban disparando”, afirma, así que decide regresar a la Base Aérea Rafael Urdaneta.
“Fue terrible explicarle a los oficiales que teníamos que deponer las armas porque ellos estaban dispuestos a combatir, a pelear hasta el final y además nosotros teníamos tomado todo”, manifiesta el comandante quien a bordo del helicóptero pasó gran parte de la madrugada recorriendo varios puntos del estado verificando la consolidación de la toma de diferentes puntos estratégicos.
Una vez volvió BARU, habló con el coronel Coronel de la aviación Rafael Domínguez Sequera, le decía: “le voy a entregar la base, pero déjeme salir a Caracas, yo estaba desesperado porque no salíamos, salía Pérez todo despeinado ahí, pero salía, nosotros no y le queríamos decir al país lo que estaba pasando, cuáles eran nuestra motivaciones”
Cuando estaba en la casa del gobernador, Arias logró hablar con un periodista de un canal de televisión en Caracas y le dio unas declaraciones explicando los motivos y le dijo: “Envía ese material y tu no sales de aquí hasta que no lo vea en pantalla”, pero la grabación fue vetada en la cadena.
Negociando con el coronel Sequera, éste le propuso enviarlo a Caracas en un avión privado, a lo que Arias se negó, pues temía que Pérez ordenara derribarlo con un F16; así que el comandante le dijo que si no lo enviaba en un Bronco, entonces tendrían que combatir, por lo que Sequera finalmente aceptó.
Cerca de la una de la tarde, Arias Cárdenas llegó a Caracas y pasó justo al lado de un grupo de soldados paracaidistas que participaron en la rebelión. Estaban agachados en el suelo aun con el brazalete tricolor, y con las manos detrás, y él les dijo: “Les traigo saludos de los soldados bolivarianos de Maracaibo, allá logramos tomar todos los objetivos del poder político y militar, se los entregamos porque no queremos sacrificios inútiles. Le dimos una lección que nuestra Fuerza Armada no está a la orden de los dueños del dinero para oprimir al pueblo de Venezuela”.
En ese instante los soldados se levantaron, y solo armados con el coraje empezaron a cantar el Gloria Al Bravo Pueblo. “Los soldados sabían que estaban rompiendo con el esquema”.
Arias Cárdenas fue puesto preso junto al resto de los oficiales, pero a pesar de haber recibido una derrota militar, es innegable que el triunfo político fue tal, que la Venezuela de hoy día es resultado directo de aquella noche de lucha.
El teniente coronel cuenta que se pudo volver a afeitar el 5 de febrero en la mañana cuando pudieron medio ordenarse, pero la reflexión de ese día ya era totalmente diferente pues gran parte de la incertidumbre ya había desaparecido.
“Sentía un poco de tristeza esos días: la lejanía de la familia. Además no sabía lo que había pasado con nuestros compañeros del Zulia, recogíamos algo de dinero como podíamos para enviarle porque no sabíamos si les estaban dando comida; pero en ese momento teníamos una gran certeza, la certeza de que ahora se venía una gran lucha política”, y en eso último el comandante no podía estar más acertado, pues se trata de una lucha política que hasta el sol de hoy están peleando y que están dispuestos a defenderla aunque eso les cueste la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario